Era necesario. Tenían que volver. Bastante mierdoso está ya el mundo como para encima tener que pasar el trago que nos ha tocado vivir sin AC/DC. Y además había que celebrar el retorno de Brian Johnson como el vocalista imprescindible del grupo que es y rendirle el homenaje que se ha ganado a pulso por todo su trabajo en la formación.
El álbum que nos llega con el significativo título de PWR/UP es además un igualmente merecido homenaje al desaparecido Malcolm Young, cuya huella quieren mantener presente en la firma a dúo con su hermano Angus en las letras de este nuevo trabajo.
Mientras tecleo esto voy por la mitad de la sexta escucha del álbum y reafirmo la primera impresión de que este trabajo en estudio restablece con dignidad y solidez el reinado de Johnson en el micro como el mejor vocalista posible para AC/DC en estos momentos. No imagino a otro haciendo mejor su trabajo.
Rechacen imitaciones, parches, experimentos o apuestas por el morbo. Hoy por hoy AC/DC, además de Angus Young, es Brian Johnson. Y este último trabajo que acaba de salir, y en el que aprovecho para aclarar que me alegro un montón de haberme gastado quince eurillos, es una buena muestra de ello. Por cierto: hay que gastarse la pasta en música, hermanos. Toca arrimar el hombro y la cartera para mantener la máquina del rock en marcha, porque sin rock más nos vale cortarnos las orejas y rellenar los agujeros con cemento.
La formación que completan Cliff Williams al bajo, Phil Rudd en la batería y Stevie Young tomando el relevo de Malcolm Young, no defrauda. Siguen siendo ellos, los que rompen con lo que mejor saben hacer y no necesitan cambiar ni andarse por las ramas con cortinas de humo. Vuelven bien coordinados, con química impecable entre los integrantes de la banda, con las pilas recargadas para demostrarnos que el mundo sigue dando vueltas, que la vida sigue, que las páginas de los días pasan sí o sí y ya toca meter caña como siempre.
Gastarse la pasta en PWR/UP es dinero bien invertido, tema por tema, sin altos ni bajos. Una línea continua de rock leñero como esperamos los seguidores de la banda. El álbum llega liderado por las dos canciones que han circulado en primer lugar, Shot in the Dark y Realize, y traza con pulso firme una línea recta de rock duro en todo su recorrido, pero reconozco que le he pillado especial afecto al tema Demon Fire, que lejos de ponerme nostálgico, a pesar de toda la carga de ADN puro de otros clásicos del grupo, me invita a pensar en el futuro y en los saltos que vamos a dar en directo en la primera ocasión que nos deje el puñetero coronavirus ir a rendir tributo al grupo en un concierto como es debido.
Aprovecho para mojarme y anticipar que en directo Brian Johnson confirmará lo bien que tira ante el micro en este trabajo de estudio sin miedo a los problemas de salud que le tuvieron apartado en el peor paréntesis de la banda desde hace años. Además el puntito chulesco de algunas letras también se agradece para aligerar el gris del paisaje pintado por la pandemia.
El álbum número 17 de la banda australiana demuestra que se han sacado de encima la mala racha que hizo temer por la supervivencia de esta institución incuestionable del rock. Y más allá de especulaciones y avisos de los cenizos, es un trabajo en perfecta coherencia con la trayectoria más pura de la formación.
Citando a Thin Lizzy: los chicos están de vuelta en la ciudad. Se agradece. Lo necesitábamos.
La formación que completan Cliff Williams al bajo, Phil Rudd en la batería y Stevie Young tomando el relevo de Malcolm Young, no defrauda. Siguen siendo ellos, los que rompen con lo que mejor saben hacer y no necesitan cambiar ni andarse por las ramas con cortinas de humo. Vuelven bien coordinados, con química impecable entre los integrantes de la banda, con las pilas recargadas para demostrarnos que el mundo sigue dando vueltas, que la vida sigue, que las páginas de los días pasan sí o sí y ya toca meter caña como siempre.
Gastarse la pasta en PWR/UP es dinero bien invertido, tema por tema, sin altos ni bajos. Una línea continua de rock leñero como esperamos los seguidores de la banda. El álbum llega liderado por las dos canciones que han circulado en primer lugar, Shot in the Dark y Realize, y traza con pulso firme una línea recta de rock duro en todo su recorrido, pero reconozco que le he pillado especial afecto al tema Demon Fire, que lejos de ponerme nostálgico, a pesar de toda la carga de ADN puro de otros clásicos del grupo, me invita a pensar en el futuro y en los saltos que vamos a dar en directo en la primera ocasión que nos deje el puñetero coronavirus ir a rendir tributo al grupo en un concierto como es debido.
Aprovecho para mojarme y anticipar que en directo Brian Johnson confirmará lo bien que tira ante el micro en este trabajo de estudio sin miedo a los problemas de salud que le tuvieron apartado en el peor paréntesis de la banda desde hace años. Además el puntito chulesco de algunas letras también se agradece para aligerar el gris del paisaje pintado por la pandemia.
El álbum número 17 de la banda australiana demuestra que se han sacado de encima la mala racha que hizo temer por la supervivencia de esta institución incuestionable del rock. Y más allá de especulaciones y avisos de los cenizos, es un trabajo en perfecta coherencia con la trayectoria más pura de la formación.
Citando a Thin Lizzy: los chicos están de vuelta en la ciudad. Se agradece. Lo necesitábamos.
Miguel Juan Payán
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