lunes, 14 de junio de 2021

Woodkid

WOODKID: CONVIRTIENDO HORIZONTES EN CAMPOS DE BATALLA

Aviso para navegantes. La próxima semana, días 14 y 15 de junio, toca en Noches del Botánico, Madrid, uno de los artistas más curiosos y polifacéticos del paisaje musical europeo.

Yoann Lemoine, Woodkid, está en su gira de 2021, tiene mucho que contar, y lo cuenta no solo como músico sino poniendo sobre la mesa todo su talento como realizador audiovisual y diseñador gráfico.

En este tormentoso y caprichoso océano de etiquetas que se multiplican a nuestro alrededor, a Lemoine/Woodkid le ha tocado ser clasificado como neofolk. Poner neo delante de cualquier otra cosa parece seguir siendo un mantra para los maníacos de la clasificación de nuestros días, aunque tal prefijo haya sido ya tan excesivamente utilizado a estas alturas que camina hacia el asilo de lo caduco y cada vez recuerda más aquello que afirmaba Jean Luc Godard en una de sus muchas reflexiones sobre el cine en su Introducción a una verdadera historia del cine (1980):

“Todos los encuadres nacen iguales y libres, los films no serán sino la historia de su opresión: encuadra por ejemplo un desencuadre de Bergman, o la ausencia de encuadre en Ford y Rossellini, o su presencia en Eisenstein, verás que se trata siempre de aplacar algo, su amante, los dioses o su hambre”.

Pienso que esas palabras de Godard pueden aplicarse también a lo que nos propone Yoann Lemoine porque se ha pasado su vida profesional como un émulo de Houdini, maestro de la fuga intentando escapar de todo encuadre. Es lo que corresponde a todo partidario de hacer experimentos y acumular distintas experiencias para poder saltarse las fronteras de la creación y los géneros, sean estos musicales, audiovisuales o gráficos. Es lo que dignifica a los creadores: no ponerse límites, arriesgar, no repetirse, probar suerte en la ruleta rusa del ensayo y error de la que algunos huyen buscando refugio en las claves de un éxito previo más gris y previsible.

A Lemoine le va más lanzarse al mar de las etiquetas sin llevar salvavidas y esperando sobrevivir en la frontera de lo uno y de lo otro, ya sea en su actividad como director de vídeo clips para otros artistas, ejerciendo como diseñador gráfico o sacando adelante su propia carrera como músico.

Lejos de quedarse encasillado, Woodkid se alista en las filas de lo que también se ha querido atrapar en el “encuadre” del folk apocalíptico, asentado en el binomio que suma folk e industrial.

Ejemplo de su intrepidez a la hora de meterse en el bosque de los géneros y etiquetas es su actividad como director de videoclips. Lemoine despliega eficacia comercial ilustrando visualmente por encargo las propuestas románticas de Katy Perry y Taylor Swift en temas como Teenage Dream o Back To December, con la cámara revoloteando en torno a las divas para servir al máximo rendimiento como anzuelo visual de acompañamiento con un tonillo de cine ochentero. Según propias declaraciones del director, inspirado en el caso del segundo por E.T. El Extraterrestre de Spielberg. Y, punto a su favor, define y diferencia perfectamente la identidad de Perry y Swift como estrellas con sus imágenes. Punto a su favor.

Luego, pasando la frontera del encargo hacia la autoría, se aplica a la tarea de poner sus imágenes en un viaje completamente distinto y de mayor personalidad en compañía de la letra y la música de Lana Del Rey en el vídeo del tema Born to Die que en algunos planos, y más allá de las propuestas de asociación con los grandes felinos de la artista, recuerda planos de la película Carretera perdida de David Lynch. Salta así Lemoine de los sueños a las pesadillas, como saltará luego hacia el territorio de la épica visual propia del cine blockbuster que será principal herramienta de sus propios vídeos como músico, cosiendo la letra y música del tema Sign of the Times de Harry Styles a un despliegue de espectáculo paisajístico que entronca con las imágenes de las historias de superhéroes de los grandes estudios de Hollywood.

Ese viaje como director de videoclips del creador galo, que se formó como director estudiando ilustración y animación en la Escuela Émile Cohl y trabajando posteriormente con el director Luc Besson en la película Arthur y los minimoys y con Sofía Coppola en María Antonieta, encontrará eco, o será en todo caso campo de pruebas, para el despliegue que Yoann Lemoine aplica a sus propios vídeos como Woodkid desde el primer momento en que comenzó su propia carrera como músico, que debutó en marzo de 2013 con su primer álbum, The Golden Age, en el que se incluyó como segundo sencillo uno de sus mejores temas, Run Boy Run. Lemoine se ocupó de dirigir el vídeo musical del mismo, que me recuerda el largometraje Donde viven los monstruos, de Spike Jonze.

Run Boy Run puede servir como resumen de las características más señaladas de la huella musical que marca la trayectoria de Woodkid, con la percusión dominando el ritmo de las mismas y los redobles de tambores aportando un aire épico que nos recuerda la célebre frase de la película El señor de los anillos leída por Gandalf en la tumba de Balin: “El suelo tiembla. Tambores, tambores en lo profundo…”.

Ese aliento sonoro de la percusión que se filtra en las construcciones musicales y visuales de Woodkid, dominando también en Iron, el primer single de The Golden Age, es la línea de vida que une lo industrial de su propuesta con los ritmos primitivos que enlazan con los tambores Taiko japoneses o los ritmos tribales africanos, remontándonos a los orígenes de la especie. Está también en su banda sonora para la película Desierto, de Jonás Cuarón, lanzada en abril de 2016, un proyecto que sitúa al artista más que nunca en esa tierra de nadie entre actividades creativas y géneros, reflejando la propia geografía argumental de una película de frontera en la que además Woodkid se encuentra en la curiosa posición de poner música a las imágenes, en lugar de, como era más habitual hasta ese momento en su carrera, poner imágenes a la música. La percusión y los ritmos tribales dominan en distintas partes de esta banda sonora original, en el desenlace del tema Land of All, o en el repique inquietante de pesadilla que ladra y dispara en el inquietante tema Shoot Them Down, marcando el pulso en el corazón de Tracker y de Jump, The Ridge o False Hopes, en los ecos que salpican la segunda parte de Flare Gun.

La evolución de la propuesta de orquestal de Lemoine crece y madura en el segundo álbum de estudio de Woodkid, S16, que salió al mercado el 16 de octubre de 2020, desde su tema de apertura, Goliath, que contó con el acompañamiento de otro brillante trabajo audiovisual del artista en su faceta como director de videoclips. El tema de la vulnerabilidad y la contradicción creciente de lo humano que estaba ya en los dos anteriores álbumes del artista se materializa en esta segunda propuesta con el tema Horizons Into Battlegrounds, que puede definir la exploración desde la frontera de casi todo que se ha propuesto Lemoine, que puede darnos gratas sorpresas en el futuro y merece la pena explorar en directo en este reencuentro con los conciertos de verano en Noches del Botánico, donde el tema Run Boy Run puede servir como himno de la reentrada en la nueva normalidad.


Miguel Juan Payán 






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