No sé cómo, pero en mi adolescencia llegué a un álbum titulado ‘’ Brave new world ‘’. Pensaba que podría tratar algo parecido a la novela de Aldous Huxley y, mira por donde, tenía razón. Ese fue mi primer contacto con ‘’ Iron Maiden ‘’ y no hemos dejado de abrazarnos desde entonces.
Cada lanzamiento de un álbum suyo es un fenómeno que abordo hasta con rituales. Una liturgia muy parecida a la que monto con ‘’ Deep Purple ‘’. No es para menos, ya que son grupos que, en mi opinión, marcaron lo que sería el metal y hard rock, respectivamente.
Así que podéis imaginar mi cara cuando, en aquel lejano 2015, nos deleitan con su primer disco doble. Más que eso, todos estábamos de celebración por la superación del cáncer de lengua de Bruce Dickinson. La dama de hierro volvía con más fuerza que nunca. Y de qué manera.
Canciones larguísimas, atmosferas densas e instrumentalizaciones complejas son algunos de los elementos que nos vamos a encontrar en este álbum. La temática es sencilla, pero tratado con un gusto exquisito, si atendemos estrictamente a las letras. Todo son reflexiones de y desde la muerte alrededor de determinados sucesos.
De ‘’ Iron Maiden ‘’ me gustan hasta los andares, pero porque un tío sensible, debo quedarme con la balada ‘’ The man of sorrows ‘’. El talento de estos tíos no conoce límites y te cuelan lo que quieren siempre que pueden. Por lo general no hay que esperarles mucho tiempo, pero si alguien cree, como es mi caso, que poco hacen para lo mucho que valen, le diría, como me digo a mí mismo, que toda espera es recompensada.
De ‘’ Iron Maiden ‘’ no se puede recomendar nada concreto porque toda mola. No es cuestión de ir poniéndose exquisito, cuando lo que pide a gritos es que nos remontemos a principios de los 80 y le levantemos la falda de hierro. Por raro que pueda parecerles a algunas personas, el metal es una música relajante y un perfecto acompañamiento para pasar esos momentos de transición entre una tarea y otra. No perfecta para leer, pero si para escribir. No para tu boda, pero si para amar en privado. Y puestos a esto último, amemos a estos poetas del metal que no saben hacer otra cosa que ambrosía auditiva.
Daniel
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