MÚSICA PARA CARROÑEROS OPORTUNISTAS
Esta mañana de camino al centro de salud para que la enfermera me pinchara en el culo unas vitaminas (por cierto, menudo rejonazo me ha metido) me he encontrado una pila de discos compactos junto a un contenedor que había al lado de la parada de autobús. Como soy un carroñero oportunista me he acercado a verlos. Había un fulano mirándolos a cierta distancia, como sin atreverse a meterles mano. Cuando el pájaro ha seguido su camino, o mejor dicho, su vuelo, ha llegado un buitre más gordo a mirar. Qué decepción. Yo me esperaba algo jugoso pero eran todos de Reiki, mandalas, música tranquilizante y mierdas parecidas. Un bajón, vamos. Menos mal que había cuatro DVDs al fondo de la pila de películas españolas de Paco Martínez Soria y Tony Leblanc. Esas me las he llevado para regalárselas a mi hermano que es el de las películas. Me las hubiera quedado, pero no salía Paul Naschy convirtiéndose en hombre-lobo así que se las pasaré a él, que es el de las películas. Es una pena ver una pila de discos al lado de un contenedor, abandonados cual perro o abuelo en gasolinera. Como soy una rata he pensado en volver para pillar algunas carcasas, que estaban nuevas, pero en ése momento ya venía el autobús. Cuando he vuelto del rejonazo ya se las habían llevado, así que ahora mismo habrá alguien escuchando música tranquilizante vaya usted a saber para qué. Entre ustedes y yo siempre me ha parecido música para psicópatas, pero ¿qué sabré yo? Sin embargo esa pila de discos con música rara me ha recordado al amigo George Harrison, el único Beatle que me cae bien. Manías que tiene uno. Es el único al que le he seguido la pista musicalmente. Lo siento pero John Lennon, que en gloria esté, me caía un poco gordo y su conversión en mártir causada por un fan asesino no mejoró la cosa. Según algunas teorías Paul McCartney no es Paul McCartney sino un doble que le sustituyó tras su muerte y Ringo Starr siempre me ha parecido invisible, ahí escondido tras la batería. Así que sólo queda el amigo Harrison que según mi teoría es el que hacía las canciones buenas, buenas de verdad. Ups, los Beatlemaniacos ya están cogiendo las horcas y las antorchas para hacerme un tratamiento a lo Frankenstein. El monstruo, no el doctor, aunque ése también tenía lo suyo. Sobre todo el de la Hammer. Ea, que me despisto, estábamos con George Harrison. Mi simpatía por él y su arte me ha llevado a soltar los dineros para comprar un disco suyo en dos ocasiones. Vale, quizá estuvieran de oferta, pero el interés estaba ahí. Y no es fácil suscitar el interés de un carroñero oportunista. Uno que no suele hacer saltos de carro. Venga, ahí va uno para descanso de sus córneas.
Ah, pues no era tan difícil. Bueno, al lío que me despisto, el disco que les voy a recomendar de George Harrison se titula “Brainwashed” que traducido al cristiano no pirata significa “con el cerebro lavado”. Eso, bien limpito por la mañana. Hace el número doce de su carrera en solitario, ahí es nada. Y es el último de la misma por desgracia. De hecho se publicó en 2002 un año después de su muerte y quince desde su último álbum “Cloud Nine”. Estuvo diez años grabando el disco pero era constantemente retrasado. Su hijo Dhani, el batería Jim Keltner y su amigo Jeff Lynne (sí, el de la Electric Light Orchestra) terminaron el trabajo. Mis oídos entrenados en la música de la E.L.O. notaban alguna familiaridad y la presencia de Lynne me sirve ahora como explicación ya que no sabía que había colaborado en el disco. Pero bueno, Dios los cría y ellos se juntan. Y la cabra tira al monte, o a la caja de las ofertas a ver qué se encuentra que se parezca a los discos que ya le gustan. Sí, la cabra soy yo. Y se preguntarán porqué me he acordado de Harrison al ver esa torre de discos de música rara y espiritual de ésa. Pues porque me gusta mucho su música pero hay una canción en la que termina cantando el himno de los Hare Krishna. Los viejunos sabrán de lo que hablo. Los Hare Krishna eran unos señores con el pelo rapado y ropas de color naranja que cantaban por la calle y repartían unos bollitos caseros. Por lo menos en los ochenta. Eran como los Hijos de Doom pero en pacífico. Si han visto “Aterriza como puedas” sabrán de lo que hablo. Total que ésa canción siempre la corto cuando llega esa parte, seguramente porque mis padres me advirtieron que no aceptara bollitos de extraños. Pero el resto de las obras de Harrison me gustan mucho, oiga. De hecho en éste disco destacaría “Stuck Inside a Cloud”, “Any Road”, “The Rising Sun”, “Rocking Chair in Hawaii” o “Looking for my Life”. Y si encima participó Jeff Lynne para qué quieres más. Ea, no les aburro más con mis chorradas. Ya saben, no olviden supervitaminarse y mineralizarse que luego vienen los rejonazos en el culo.
TELLY CHAVALAS
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