jueves, 18 de noviembre de 2021

Descubriendo a...

Música, adolescencia y Hakuna Matata

Si tuviera que preguntarme qué ha supuesto para mí la música a lo largo de los años, diría que ha sido básica para atravesar momentos duros, potenciar la alegría de otros. En definitiva, una compañera fiel que siempre está en posición de ofrecer sin pedir nada a cambio. Pero no siempre ha sido así.

Siempre he considerado el aspecto generacional que tiene la música que acaba conformando nuestro repertorio. Recuerdo no tener ni seis años y estar tirado en el suelo con los vinilos de mi padre y confundiendo a Elton John con Tom Jones. Aquella época fue decisiva. Ciertas melodías empezaron a cristalizar en mi mente y jamás las olvidaría.

El tiempo fue pasando y escuchar música se iba convirtiendo en un acto social poco a poco. Las clases de música, conciertos o el intercambio que hace con los amigos. Es aquí donde la música generó un ambiente hostil para mí. No tanto la música como el contraste de gustos que creaba y la posterior discriminación.

Desde siempre he escuchado todo tipo de música y he mantenido una mente abierta ante todo lo desconocido, dando oportunidades a todo. Que esto fuese así supuso un problema en la adolescencia. Si sumamos que me gustaba leer, que también veía todo tipo de cine y que lo consumía en grandes cantidades a esta pasión por la música, lo que nos queda es alguien que no encaja y que acabó por dejar de intentarlo.

Muchos dirán lo contrario y lo venderán casi con pancartas, pero la adolescencia es un momento mágico en la vida. No soy ajeno al dolor y la confusión que se crean al pasar por ella, pero en aspectos culturales, es una época irrepetible. Estoy convencido de que nada se volverá a ver con la misma pasión e ingenuidad que cuando éramos adolescentes. Un inconveniente de hacerse adulto y recorrer esta senda en la que estamos ahora, es que empezamos a estar de vuelta de todo y el cinismo se junta con un sentimiento recogimiento que puede volvernos algo huraños. No vivimos un momento en el que las oportunidades son una constante promesa los estímulos ante lo que reaccionar se han multiplicado cómicamente.

También fue bonito vivir esa época a través de personas que no se metían con nadie y se sentían cómodos con sus gustos. En mi círculo estaban los que le gustaba Linkin Park, Evanescence o el metal. Todo ello mezclado con un amor por el manga, que en mi entorno siempre fue duramente castigado, al igual que la música que lo acompañaba. En este aspecto, he visto como muchos han acabado cambiando de opinión. Conforme han ido creciendo y pidiendo unas historias más elaboradas, muchos han recurrido al anime y son enloquecidos de los openings y endings.

Y llegó la época de las fiestas, que, si bien para mí fue breve, trajo consigo el odio al campo de la música con el auge del reguetón. Desde mi punto de vista, esa música se apoderó de todo y de todos un día cualquier sin que nadie lo viera venir. Ni sabría decir cuando ni por qué, pero aquello fue como una subida de marea que no dejaba de cubrirnos hasta las rodillas a todos. El rock y el metal quedaron relegados a un segundo plano en el ambiente social y solo se escuchaba reguetón. Daba igual que estuvieras en casa con amigos. Alguien pasaba a toda pastilla con los altavoces del coche repartiendo aquel ruido por doquier.

Me posiciono en un bando neutro ante esta música, aunque mi naturaleza sería pegar fuerte en las costillas a los instigadores de semejante despropósito. Pero en lo que al personal se refiere, nunca he apartado a nadie de mi lado porque le guste esta música. Todo lo contrario. He tenido buenos amigos y amigas afines a ese estilo de vida. Pero tal vez he sacado el tema del reguetón por un motivo más interesante que la mera anécdota. He ido comprobando que quien escucha reguetón (no todos) siente un profundo rechazo por otro tipo de música, hasta el punto de echarte en cara que te guste algo tan antiguo o pasado de moda.

Toda esa actitud tan deplorable me hace pensar en qué medida lo que uno es acaba determinando la elección de lo que consume. Esa frase de ‘’ somos lo que comemos ‘’ me viene a la mente. Al final he acabado llegando a la conclusión de que las estrecheces mentales se reflejan en gran medida en las decisiones que tomamos. Yo el primero. Siempre que he sentido que tenía un prejuicio, he acabado equivocándome y rectificando donde fallé.

Decir que hay que vivir y dejar vivir resulta cada vez más obvio, pero, al mismo tiempo, más necesario. En un mundo tan variado y en constante aumento, aceptar los gustos de los demás se convierte no tanto en una recomendación como en una prescripción facultativa.


Daniel 



No hay comentarios:

Publicar un comentario